Línea Pétrea
Línea Quemada
Horizonte Contenido
3 Momentos, 3 Lugares, 1 Horizonte
Horizontes Impresos
Línea Fragmentada
En Lontananza
Una Línea Imaginaria
Vistas generales de sala
- Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Sala 8, Caracas.
21 de Mayo - 11 de Septiembre 2016
21 de Mayo - 11 de Septiembre 2016
La naturaleza siempre ha ejercido un poder subyugante sobre el hombre, quien a su vez ha manifestado una sensibilidad automática frente a ese influjo. La mirada del artista no ha sido ajena a ese dominio y su actitud creativa ha dado origen al paisaje. Según Raffaele Milani «El paisaje es una forma espiritual que funde visión y creatividad; porque cada mirada crea un ‹paisaje ideal› en nuestro interior. (…) Se trata de un proceso psíquico que unifica la experiencia estética, algo que se da inmediatamente, tanto como acto de la visión y de los sentidos como acto del sentimiento»[1]. Bajo estos criterios se concibe la representación que el artista hace de la naturaleza a partir de los lugares reconocidos, los datos concretos, la memoria, las emociones, el gusto; una información que, como producto de su devenir histórico, es utilizada para constituir un «todo» entendido desde la complejidad de las relaciones culturales establecidas con aquello que es externo al ser humano.
Hayfer Brea reflexiona sobre el paisaje en cuanto argumento estético de la naturaleza y objeto de representación artística, lo que implica en su caso la interpretación formal y conceptual de la geografía venezolana. Un tema con importantes capítulos desde 1799, momento en el que desembarcan en el territorio nacional Alejandro von Humboldt y Aimé Bonpland y, progresivamente en el tiempo, otros destacados científicos, naturalistas y pintores europeos que desde la mirada extranjera documentan con textos, dibujos y pinturas los lugares, la flora, la fauna y los modos de vida de los pobladores. Estos precedentes sirven de referencia a los pintores del Círculo de Bellas Artes (1912) para instaurar una manera y una estética en el paisaje pictórico hasta entonces inexistente en el panorama local. Brea es un legítimo heredero de ese pasado histórico. La presencia del Ávila como principal referente natural de su Caracas natal, y la cercanía al litoral han terminado por convertir la montaña y el mar en leit motiv de una obra sólida y lúcida en constante evolución.
El artista acumula más de quince años de búsqueda incesante de nuevas vías para pensar y concebir el hecho creativo. En esta tarea han sido muchos los ensayos plásticos en los que evidencia el interés por el concepto, la vinculación con el ámbito intelectual y las asociaciones con la lingüística. La obra de arte adquiere así un carácter exploratorio y abierto que se constituye en factor desencadenante de un proceso estético, no en un fin en sí mismo, sino en medio, en proyecto. En el marco de estas premisas afines al conceptualismo, la obra actúa como un «agente productor de significado» capaz de transformarse en un elemento semántico orientado a «demostrar» que el arte no es el objeto que lo soporta o encarna, sino la idea que lo genera. Esto hace al «objeto artístico» susceptible de distintas aplicaciones metodologías en tanto proposición analítica.
En esta ocasión Hayfer Brea plantea una aproximación al paisaje a través del concepto de horizonte, un vocablo que proviene del griego orixo y significa terminar o limitar. En su acepción más común describe la línea que visualmente parece marcar —aunque se trata solo de una percepción irreal— el confín entre la tierra y el cielo o entre la tierra y el mar, si estamos situados en la superficie de la tierra o en sus aguas, respectivamente. A finales del siglo XVII la literatura lo libera de la noción de «límite» para asociarlo a la de «extensión» y lo presenta como un espacio inalcanzable en su largo camino al infinito. Un lugar indeterminado en la lejanía. Un plano que inventa el ojo cuando percibimos algún paisaje. Esta concepción de «suprema infinitud» impregna buena parte de la cultura europea de los siglos XVIII y XIX.
Brea afronta el horizonte desde la «línea imaginaria» que esboza la superficie del agua, lo que supone el estudio y la representación referencial de algunas de nuestras fuentes hídricas más caudalosas: los lagos de Valencia y Maracaibo y el mar Caribe. Con este propósito, actúa guiado por el placer del viaje y la observación razonada de la naturaleza; una actividad en la que el entorno impone un sistema de relaciones que involucran lugar, espacio y tiempo, y el horizonte se convierte en una presencia inconmensurable que demanda ser representada. Esta experiencia lo induce a desarrollar un trabajo creativo sustentado en los fundamentos teóricos y la libertad formal con la que asume la obra de arte. Una mirada actual en la que el artista, más allá de la belleza natural per se, plantea una retórica visual encauzada a intelectualizar e interiorizar la naturaleza.
Esta dinámica genera una representación sensible del paisaje como reproducción y transfiguración del ambiente. En el primer caso mediante registros audiovisuales y fotográficos que comportan una suerte de acción performática, un «relato» donde el recurso lingüístico —como enunciación tautológica― remite a la autorreferencialidadde la obra y al reconocimiento del contexto. El segundo responde a la subjetividad del autor para interpretar la realidad ―por medio de materiales inherentes a la naturaleza: carbón, piedra, agua― como gesto expresivo y discursivo. De esta manera, las imágenes potencian el horizonte marino como sujeto de la investigación plástica y objeto de contemplación; un reflejo del poder evocativo del agua y la atmósfera como entidades imponderables. Escenas panorámicas que arroban por su sublime desmesura, o esquemas «instalativos» que definen una síntesis proverbial de las formas. En estos términos, el paisaje «como constructo» viene precedido de ideas cuya realidad se hace más o menos concreta o abstracta en la medida que construyen sentido y significado para acceder a nuevos valores y expectativas.
Las prácticas procesuales revelan la capacidad inventiva del artista para proponer un discurso visual acotado entre los márgenes conceptuales del paisaje. Mientras, desde otra dimensión, nos convida como espectadores a ubicarnos en un punto del espacio expositivo en el que el horizonte de las obras ocupan el nivel de la visión, un fenómeno dirigido indefectiblemente a la percepción de la línea imaginaria que, bajo diversas consideraciones plásticas y técnicas, aspira a producir una emoción estética. Así, el universo paisajístico de Hayfer Brea queda signado por una serie de situaciones, vivencias y documentos que componen la estructura conceptual y metodológica, y el objeto artístico procura alcanzar la cualidad poética propia de la naturaleza.
[1] Raffaele Milani, El arte del paisaje, Editorial Biblioteca Nueva, S.L., Madrid, 2007, p.51.
Luis Velázquez
Caracas, mayo de 2016
Inmensidad azul. Azul tendido
Hacia todos los rumbos de lo ignoto:
Ilímite presencia del olvido.
Cristalino país de cielo roto.
Pedro Antonio Vásquez
Desde hace más de cinco años, he centrado mi trabajo en la posibilidad de ver, estudiar y representar los cuerpos de agua, en especial los de nuestros dos grandes lagos y el mar Caribe. Esta obra tiene su origen en ideas simples, desarrolladas con todo el rigor investigativo y sus consecuentes reflexiones, fundadas en el carácter procesual donde confluyen la noción de índice y la acción performática para generar un grupo de trabajo amplio y diverso.
En paralelo, me he concentrado en el concepto de horizonte, esa línea imaginaria íntimamente relacionada con el paisaje, límite visual en que el cielo parece unirse al mar, o a la tierra. A partir de allí, han surgido una serie de obras donde la línea horizontal, la palabra y el mar actúan como recursos expresivos convergentes que interactúan discursivamente entre sí.
Por un lado, realizo unos juegos perceptivos donde lo aparente, lo constante, lo sonoro y lo espacio-temporal se trastocan. Se pone en duda aquello de que informan los sentidos y se dinamiza la contemplación. Induzco al espectador a ir más allá de las convenciones: a permitirse ser sorprendido por una línea que se dibuja a sí misma, a ordenar una composición dinámica con un solo ritmo visual, a dejarse envolver en una experiencia que lo transporte a otro ambiente, a traspasar los límites físicos y temporales de la imagen representada.
Por otro lado, me sirvo de la palabra escrita para generar otras lecturas. Ya sea, reiterando la idea de horizonte en diversas definiciones que construyen un paisaje tautológico; ya sea, mostrando la palabra como un cuerpo tangible que se atraviesa con la mirada para (re)verse; o situándola en el mar, remarcando con su flotabilidad lo incierto de su ubicación real. Asimismo, utilizo la doble imagen poética de la linealidad pétrea para eternizar su existencia y la contención física de su elemento para expresar su inconmensurabilidad.
El horizonte es intuitivo —Eugenio Montejo dixit—, y en tal dirección me he dejado llevar en una aventura creativa por un vasto mar, pleno de posibilidades infinitas, a ver dónde me deja tendido con mis resoluciones visuales.
Hayfer Brea
Caracas, mayo de 2016
El
horizonte babélico de Hayfer Brea
Como una línea que atraviesa lenguajes diversos, una frontera
que cruza con la fuerza de la reflexión, un horizonte en el que el pensamiento
considera las miles de posibilidades de una mirada que se despliega – que
aspira – a conquistar lo indescriptible, la nueva individual de Hayfer Brea (Caracas,
1975) organizada en los espacios del MAC / Museo de Arte Contemporáneo de Caracas
traza un recorrido poético donde «el cielo
parece unirse al mar, o a la tierra» y se
convierte en purísimo azul, vacío sereno, íntimo vértigo del infinito.
Partiendo de algunos versos de Pedro Antonio Vásquez
(Inmensidad azul. Azul tendido / hacia todos los rumbos de lo ignoto: / ilímite
presencia del olvido. / cristalino país de cielo roto) el artista organiza Una línea imaginaria que se
nutre de intervalos elegíacos, que mezcla los varios lenguajes del arte (desde
la fotografía al vídeo, de la impresión sobre papel a la instalación) para
diseccionar analíticamente el espacio y ofrecer un nuevo confín entre el cielo
y la tierra – Horizonte contenido (2016) es realmente una obra cautivadora –, una nueva distancia,
una nueva e inquieta lejanía. Fruto de un proyecto geo-hídrico quinquenal que nace del análisis del lago de Maracaibo (Coquivacoa), del
lago de Valencia (o de Tacarigua) o del Mar Caribe, el nuevo trabajo de Hayfer
Brea se concentra, en paralelo, en un programa que coloca en el centro de su
discurso «el concepto de horizonte» estudiado en todas sus varias declinaciones para ofrecer al
espectador la gramática misma del horizonte, su ligereza, su desasosiego.
Setenta y nueve piedras recogidas y apoyadas sobre la pared para
formar, gracias a sus vetas naturales, una línea delicada y tenue (Línea pétrea, 2016), cuatro
papeles sobre los que se ha impreso algunas definiciones extraídas de
diccionarios diferentes – Horizontes impresos
(Definición del Diccionario RAE), 2016 y Horizontes impresos (Definiciónn del Diccionario Larousse 2000), 2016, entre otras. Y después dos composiciones fotográficas que
unen tiempos y miradas diversas para concebir, en gris y azul, la Línea fragmentada I (2016) y la Línea fragmentada II (2016). O, aún, Tres momentos,
tres lugares, un horizonte I (2016) y Tres momentos, tres lugares, un horizonte II (2016) que, si por un lado recuerdan la crítica a la
representación abordada por Kennet Josephson mediante un desplazamiento de la
naturaleza realista (el artista recurre de hecho al recurso de la fotografía en
la fotografía), por el otro lado ofrecen un desglose en tres partes, una
maqueta que juega con el concepto deleuziano de repetición diferente. Curada
por Luis Velázquez, la individual de Brea, entre palabras y cosas, entre
intelecto y realidad, cautiva la mirada del público para trasladarlo a una
atmósfera fascinante, para encantarlo con la fuerza del arte, para sumergirlo
en un lugar donde todo se vuelve ligero, precioso.
Una línea imaginaria de Hayfer Brea en el MAC-Museo de
Arte Contemporáneo de Caracas (Venezuela).
Por Antonello Tolve. Publicado originalmente en www.artshake.com, el 8 de junio de 2016.
HAYFER BREA
Museo de Arte Contemporáneo / La Caja del Centro Cultural Chacao
Por su consecuente, lúcido y permanente trabajo de investigación plástica, Hayfer Brea (Caracas, 1975) es, hoy por hoy, uno de los artistas contemporáneos venezolanos de mayor relevancia. Su trayectoria se ha destacado por la solidez de sus propuestas, basadas en una indagación del paisaje como tema de las artes, y por su interés en subvertir y replantear nuevos modos de abordarlo.
Su primer acercamiento a este tema fue a través del estudio reiterado de la montaña. Desde hace algunos años, no obstante, Brea tornó su investigación hacia los cuerpos de agua, sobre todo el mar Caribe, y los lagos de Valencia y Maracaibo. Este acercamiento ha originado ya numerosas obras y exposiciones, entre las cuales “Una línea imaginaria” y Registro de Territorio” son las más recientes.
A pesar de haberse mostrado casi simultáneamente, ambas muestras difirieron notablemente, tanto en la aproximación que hizo el artista al estudio y representación de los cuerpos de agua como en las resoluciones plásticas propiamente dichas.
En “Una línea imaginaria”, Brea reflexionó sobre el horizonte, elemento inseparable de la noción de paisaje, valiéndose de los recursos del arte contemporáneo en sus tendencias más conceptuales.
La exposición estuvo conformada por ocho piezas impecablemente presentadas. En Línea pétrea, Línea quemada y Horizonte contenido, el artista estableció juegos visuales entre el tema del horizonte marino, planteado como línea, y los materiales utilizados en la elaboración de la obra –piedras y agua de mar, propios de la costa, o relativos al oficio del pintor, como el carboncillo-. En Línea pétrea, por ejemplo, Brea juntó piedras grises que tenían una inclusión lineal de materia blanca. Colocándolas una junta a la otra sobre la pared, logró formar un trazo horizontal de extrema sutileza. En Línea quemada utilizó trozos de carboncillo para crear una línea negra sobre la pared, accediendo, en esa especie de tautología visual, a una representación mínima del paisaje.
Otro grupo de obras, como Tres momentos, tres lugares, un horizonte y Línea fragmentada, se valen de la fotografía como medio para recomponer el horizonte a partir de varias vistas de un único paisaje o de diversos paisajes. Estas fragmentaciones y estos distanciamientos sitúan al espectador a medio camino entre la contemplación tradicional del horizonte y su aprehensión como concepto y re-creación.
Por último, la pieza Horizontes impresos y los videos Una línea imaginaria y En lontananza buscan establecer juegos semánticos, introduciendo la palabra escrita como recurso tautológico.
La exposición “Registro de Territorio” forma parte de un proyecto de amplio alcance. Reunió, como su nombre lo indica, los asientos fotográficos de las acciones performáticasque el artista llevó a cabo en los lagos de Valencia y Maracaibo. En estas, Brea introducía una hoja de papel en varios parajes de estos lagos, permitiendo que el agua dejara, a modo de acuarela, su mancha horizontal sobre el soporte. Las fotos muestran el momento en el que el artista sumerge la hoja en el agua, por lo que él forma parte también de la imagen. En estas piezas, Brea subvierte los modos de representación, haciendo que el paisaje mismo deje su impronta plástica sobre el soporte y subrayando, al mismo tiempo, la intervención mediadora del artista en el proceso de “representación”. Considero este trabajo su aproximación más arriesgada en su investigación sobre los modos inéditos de estudio y representación del paisaje, por cuanto reflexiona sobre los mecanismos que encubre esta representación, desnudando sus estrategias fundamentales.
“Registro de Territorio” incluye como acción, no sólo los registros, sino el entramado de numerosos recorridos, las reiteradas visitas, y las acciones logísticas que se llevan a cabo para lograrlos.
Katherine Chacón.
Revista Artnexus N˚ 103 Dic – Feb 2016
Crónicas. Caracas / Venezuela. Páginas 106-107.
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