Quebrada Baruta
Quebrada Catuche
-Caracas 2014, Galería D`Museo. Centro de Arte Los Galpones, Caracas.
6 de Julio - 17 de Agosto 2014.
"Caracas 2014"
La modernidad rompió la profunda vinculación existente entre el arte venezolano y la cuidad de Caracas, aluna obra quedó de todos esos años transcurridos después de la Escuela de Caracas, donde la ciudad, su entorno y el paisaje fueron el elemento central, hasta la instalación de la postmodernidad. Luego, otros fueron los temas dominantes. Pretendemos ahora aproximarnos a una lectura abierta de la Caracas de 2014, desgarrada, deteriorada, insegura, con artistas nóveles junto a maestros indiscutidos del arte contemporáneo venezolano. Esa mezcla generacional y las lecturas abiertas, saliéndonos de lo panfletario para respetar los valores de la plástica dan una visión múltiple de la ciudad. Algunos artistas nos presentan a la violencia como tema central, porque es lo que acogota a los ciudadanos y lo hacen desde lo estético como Teresa Mulet con sus obras contabiliza de forma casi obsesiva y polimorfa a las víctimas de la violencia caraqueña, o Violette Bulé que escenifica un episodio que conmovió a los caraqueños como fue la indiferencia ante la muerte del conductor de un camión refrigerado que transitaba por la autopista Francisco Fajardo, y que agonizó ante todo un grupo numeroso de motorizados, indiferentes, que dejando fallecer a la víctima, y en vez de ayudarlo, se dedicaron a saquear al camión lleno de carne. O Juan Toro, que utiliza el masivo uso de equipos de represión policial para construir obras donde se pone en relieve el carácter masivo y casi cotidiano de la lucha contra la ciudadanía por parte del poder. Otros abordan el tema desde una perspectiva arquitectónica, como Alí González, cuya obra muestra metafóricamente el deterioro de la estética modernista de Caracas y con ello, los valores de la racionalidad moderna urbana para generar destrucción sin reconstrucción. Aureliano Parra con sus utópicas construcciones ciudadanas a partir de lo existente, reinterpretando con sus minuciosos ensamblajes de acetato o fotografías, Flix, que interviene el espacio común para recrear la necesidad de la presencia del arte como un valor espiritual de la ciudad cuando pinta parte de ella, como protegiéndola con el ritual artístico de su obra urbana. Gabriel Pérez construye diarios visuales, como bitácoras de viaje a partir de las imágenes con las gomas que talla afanosamente cuando se desplaza por la ciudad y nos va contando así su cotidianidad, día tras día, o Augusto Marcano que transmuta a los caraqueños en objetos blancos que deambulan por la urbe con el fin de apropiarse del espacio público degradado, contrastando la sordidez de lo colectivo con la pureza de lo privado. Emilio Narciso con sus obsesivas deconstrucciones de fotografías y postales de la ciudad moderna, con la intención de reconstruir lo que ha destruido la realidad, y tratando de crear una suerte de plano de reconstrucción de la memoria urbana como exorcismo para salvar lo que no debió ser destruido. Por su parte Hayfer Brea, nos muestra lo que es eterno en la ciudad, lo que está por encima de la diatriba cotidiana como lo es El Ávila, que nos protege y nos da identidad, del cual nacen quebradas de aguas limpísimas en la utópica ciudad moderna. Lo mismo hace Consuelo Méndez, quien con sus contrastaciones a partir de la pintura y la fotografía sobre la flora caraqueña nos enseña el camino de salvación que siempre le hemos pedido a lo visible. Miguel von Dangel, Nelson Garrido y Carlos Zerpa, a partir de su monumental obra son aquí agasajados y ellos a su vez abren el capote de su generosidad para acompañar a los jóvenes artistas, que quizás algún día lleguen al sitial que ellos se han ganado por derecho propio en la Historia del Arte venezolano.
Nicomedes Febres.